El grito de la independencia
El Grito de Independencia
Ser independientes implica valernos por nosotros mismos. Y vale igual para personas y para países. A México independizarse le tomó poco más de 11 años de lucha; como personas, lograr independizarnos de nuestros padres para formar nuestra propia vida, toma un poquito más.
Así como nosotros un día nos damos cuenta de que ya estamos mayorcitos para decidir nuestra vida, un grupo de habitantes de la Nueva España resolvieron que ya era tiempo de que nuestro país dejara de depender de las decisiones de España y planearon cuidadosamente un movimiento que le diera a México su independencia.
Originalmente pensaron iniciar su movimiento el 2 de octubre en San Juan de los Lagos, pero como alguien le avisó a las autoridades, hubo que adelantarlo. Así, hace 196 años, la madrugada del domingo 16 de septiembre de 1810, don Miguel Hidalgo llamó a misa al pueblo con gritos como ¡Mexicanos, que viva México! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Viva Fernando VII! y ¡Muera el mal gobierno!
Así empezó México, entre exclamaciones, su lucha para conseguir su libertad y nacer como una nación soberana. Como personas también iniciamos nuestro camino a la vida con un grito al nacer para iniciar el camino (que tomara muchos años) para valernos por nosotros mismos.
En el transcurso de nuestra vida nosotros también vamos conquistando escalones de nuestra libertad e independencia. Igual que México, que un día decidió que ya no podía estar ni un minuto más bajo el dominio de España, nosotros también hemos estado en situaciones que requieren de medidas drásticas, planeación y hasta lucha para ser libres. Sí. Todos en algún momento hemos echado nuestros muy particulares gritos de independencia.
Para Clara, la independencia de su vida llegó con el grito que le dio un día a su marido: “¡Tú ya escogiste!” (cuando lo encontró con una movida). Con ese “grito de independencia” inició su proceso de divorcio y empezó una vida de autogobierno que, como muchas mexicanas, no había conocido, ya que pasó de ser la “hija de” a ser la “señora de”. De todos los gritos que ha pegado en su vida, fue ese el que cambió su vida para bien y puso fin a una situación de abusos.
Salvador dio su “grito de independencia” por escrito. Él trabajó varios años en una empresa transnacional; para su jefe, un alemán que no hablaba ni jota de español, su buen juicio fue indispensable. Cuando el jefe se retiró y llego otro, todo cambió. Era imposible darle gusto al nuevo mandamás. Un día Salvador oyó que “el buen gallo en cualquier gallinero canta”, y le cayó el veinte. Afinó su currículum, empezó a buscar chamba, y le entregó al jefe su carta de renuncia. En ese momento sintió que dejaba de ser el Pípila y de cargar una piedra en sus hombros.
Los “gritos de independencia” no tienen que ser alaridos como los de Clara; pueden ser sutiles como susurros o movimientos bien planeados. Rita, cansada de ser ignorada, por su galán Cristóbal, empacó cuidadosamente todas las cosas de él que tenía en su casa. Entre lágrimas y pucheros, lleno una caja y se la mandó con una carta. En ese momento se dijo: “ya estoy libre para algo mejor”. Cansada de definir la vida alrededor de sus galanes, decidió estudiar e invertir su tiempo en ella y se fue a Londres a tomar un curso. ¡Viva la independencia!
“Salir del clóset” o declarar abiertamente la homosexualidad, reconocer una adicción o una falta grave, son fuertes y valerosos gritos de independencia, de autoaceptación y congruencia, ya que los recién independizados prefieren que los rechacen por ser como son, a que los acepten a costa de engañar a otros. Bien hecho.
Historias de este tono las hay por miles, y creo que todos hemos gritado por nuestra independencia muchas veces en nuestras vidas. La libertad es un derecho de pueblos y personas y, como todo derecho, tiene una obligación aparejada; como bien dijo el escritor americano Elbert Hubbart, el precio de la libertad es la responsabilidad.
Si no se usa la libertad responsablemente, desaparece para ser un libertinaje. Tanto a las personas como a los países les lleva tiempo aprender a usar su libertad y tomar por sí mismos todas las decisiones. Con el tiempo y tras un rosario de errores, aprendemos que la independencia se sigue conquistando todos los días, porque hay que seguir decidiendo correctamente para seguir siendo independiente.
Al final del día, las personas, igual que los países, tienen que balancear su presupuesto, imponer normas para su casa, cumplirlas, planear a futuro. En fin, todo lo que conlleva el uso responsable de la libertad, lo cual suena muy similar a las obligaciones de los gobiernos de los países libres.
Lo que pensamos acerca de nosotros mismos tiene consecuencias similares. Si tenemos poco de amorosos, si somos destructivos de nuestra persona, estaremos llenos de complejos y no vamos a ser felices. Si los políticos no se ponen de acuerdo para erradicar los principales problemas de México y siguen anteponiendo intereses partidistas a los del país, tampoco seremos felices. Aprovechemos estos días en que celebramos la Independencia de nuestro país para independizarnos de las situaciones o personas que nos hacen daño y nos impiden ser felices.
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