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¡Cuentas claras, amistades largas!

Siempre me han gustado los refranes. Mi padre me los enseñó de niña y ahora no dejo de sorprenderme como unas pocas palabras resumen grandes verdades: por algo se conocen como sabiduría popular. En cualquier relación el tema del dinero resulta a veces espinoso. En las parejas es la mayor causa de pleitos, según los expertos (aún por encima del sexo) y los malos entendidos por dinero han acabado con amistades, relaciones de trabajo, etc. Nada más cierto que el refrán: “Cuentas claras, amistades largas”. Si en cualquier asunto de una relación es importante ser claros, cuando el tema es monetario hay que ser doblemente claros y cuidadosos. Así nadie de nadie se siente ofendido y la amistad perdura. Por amigos que seamos, nadie está peleado con su lana. Nos guste o no, la manera en que nos relacionamos con el dinero nos define y habla de cómo somos. Si no te gusta gastarlo eres codo, si lo compartes eres generoso, si lo cuidas eres previsor, etc. Podemos conocer mucho de una persona cuando

Exigiendo la propina…

Exigiendo la propina… El sábado pasado comí con algunas de mis amigas. Cuando llegó la cuenta, Alexis sacó su calculadora, la revisó, la dividió entre las cuatro que éramos, nos preguntó si nos parecía bien dejar como propina el 15 por ciento, y luego le explicó al mesero cuánto debía cargar a cada tarjeta y cuánto en efectivo. La neta, con lo organizada que es Alexis, es raro que tengamos problemas. Pero esta vez los tuvimos; el mesero, Javier, se tardó horrores en traernos cuentas del asunto. Cuando al fin llegó, nos dijo que había habido un error al cargar la cuenta a una tarjeta y que había que pagar el remanente en efectivo. O sea que teníamos que pagar por su ineptitud. Y además de inepto, burro. No conforme con la espera y la estupidez, todavía se dio el lujo de comentarnos con un retintín que quiso ser irónico: “Y sólo me dejan 50 pesos de propina”. “¿Cómo?”, preguntó Alexis extrañada: “Le dejamos 15 por ciento”. “Puede usted checarlo

Somos mexicanos

Mi amiga Rebeca dijo hace poco: "La vida era más fácil antes Fernanda”. De verdad, estos tiempos modernos no nos están ayudando. Extraño las épocas de la prepa en que salías con alguien y si todo iba bien, después de un número de salidas el susodicho usaba la fórmula mágica para empezar relaciones amorosas, el clásico: “ ¿quieres ser mi novia?” y listo, sabías perfectamente en dónde estabas parada en una relación. “Ahora no es tan sencillo ¿sabes? sales, te la pasas bien, y varios besos y salidas después no hay nada claro ¿Cómo saber cuándo andas con alguien?” Pues sí, tengo que darle la razón a Rebeca. Los tiempos ya cambiaron y la verdad hay historias desconcertantes. Rebeca sabe por qué lo dice. Hace un tiempo un tal Carlos, le hizo la peor jugarreta. Después de besuquearse en público, conocer a su familia, dormir juntos cuatro días a la semana; decirle cuánto la quería y lo feliz que era con ella; un día se refirió a su relación como “una amistad como la nuestra”. Rebeca oyó l

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Peras Al Olmo

Versión para impresión Imagina que vas caminado por la calle y te topas con uno de tus mejores amigos. Necesitas dinero. Él te saluda amablemente y le dices que estás en una urgencia, necesitas dos mil pesos en efectivo en ese instante. Le preguntas si te los puede dar. Tu amigo se queda pasmado. Calcula que no junta ni 200. ¿Cómo te va a poder dar dos mil? Revisa cuidadosamente sus bolsillos y cartera y la cosa se pone peor: apenas tiene 150. Con gusto te los ofrece y te dice que es todo lo que te puede dar. Tú insistes: “Si me quisieras, me los darías; no puedo creer que seas así conmigo”. ¡Ups! ¿Qué hacer? La verdad es que a tu amigo le gustaría poder darte el dinero que necesitas, pero el problema no es que en ese momento sólo tiene 150 pesos. “No tengo más”, te dice apesadumbrado. “Si me esperas, voy a tratar de conseguirte algo más”. “No”, le contestas en tono agrio. “Yo los quiero en este momento; es ahora o no me sirve”. “Bueno, pero ¡qué necedad!”, piensa. “¿De dónde voy a sac

No te cases con una profesionista

versión para imprimir A finales de agosto Forbes publicó un artículo de Michael Noer titulado “No te cases con mujeres profesionistas”. El material causó polémica ya que el autor sostiene que las “mujeres profesionistas” (las que tienen un diploma universitario, trabajan más de 35 horas a la semana y ganan más de 35 mil dólares al año) son terribles esposas y madres. Noer argumentaba que las mujeres profesionistas tenían más probabilidades de ser infieles con sus colegas y de divorciarse, y de pilón era menos probable que quisieran tener hijos y realizar labores domésticas. El autor recomendaba casarse con mujeres, altas, bajas, gordas o flacas, lo que fuera, menos profesionistas. Los editores de Forbes le dieron derecho de réplica a Elizabeth Corcoran, profesionista exitosa y felizmente casada, quien rebatió uno por uno los puntos del señor Noer y ofreció otro punto de vista sobre el tema. Esto de que a los hombres les asusten las mujeres profesionistas es más viejo que el pecado. Var

A Palabras Necias, oidos sordos

A palabras necias, oídos sordos versión para impresion "Ya estás en edad de sentar cabeza”. “Ya no tienes edad para empezar otra carrera”. “A tu edad no viene al caso que hagas algo así”. “Deberías saber mejor, con los años que tienes”. ¡Qué cosa! Toda nuestra vida somos jóvenes para algo y viejos para otras cosas. A los 12 no tenemos edad para manejar, pero somos viejos para tener triciclos. Si a los 45 decidimos empezar a estudiar Medicina nos dirán que somos muy viejos, pero jóvenes aún para cobrar el dinero del retiro. Existe, nos guste o no, una serie de expectativas colectivas para cada etapa de la vida. Conforme vamos creciendo, nuestra familia y la sociedad esperan que hagamos tal o cual cosa. ¡Medimos la vida en números, en vez de vivencias! Y no conformes con tan craso error le ponemos a números unas ciertas expectativas. A los 25 carrera terminada, a los 30, magnífica edad para casarse, a los treinta y tantos hay que tener casa propia y así con todo. Y si bien es cierto